¿A quién le estás renovando el contrato emocional sin querer?

Las relaciones (de cualquier tipo) son complejas por naturaleza, porque, al fin y al cabo, son dos seres humanos (o varios) totalmente distintos tratando de ponerse de acuerdo en algo o de construir algo juntos. Así que no es fácil… ¡Si no es fácil ponerse de acuerdo con uno mismo, imagínate con otra persona! Jajaja.

Pero mi punto es el siguiente: suponiendo que ya decidimos tener una relación con alguien —ya sea laboral, de pareja, de amistad, la que sea—, ¿lo ideal no sería que fuera una relación que nos hiciera sentir a gusto? Que nos sume, que nos haga crecer…

Yo creo que sí. Creo que todos queremos eso.

Sin embargo, a veces usamos el pegamento equivocado para mantenernos unidos en una relación. Muchas veces nos vinculamos desde lugares tóxicos como la queja, el chisme, el resentimiento… Pero lo sano sería unirnos desde el amor, la admiración, el apoyo.

Al final, el propósito es el mismo: darle un lugar en nuestra vida a alguien que queremos que forme parte de ella. Podemos recordar a una persona desde el amor y la gratitud, o desde el rencor. En ambos casos, la vamos a tener presente en nuestra mente. La pregunta es: ¿desde dónde queremos relacionarnos: desde el amor o desde el odio?

Sé que puede sonar raro, pero el odio (o el desagrado, según el caso) es muy vinculante y pasional: le asegura un lugar a esa persona en nuestra mente, pero nos genera emociones negativas en lugar de positivas.

Para evitar caer en automatismos y seguir manteniendo vínculos que ya no nos suman —o que ya no van en nuestro mismo camino de vida—, es indispensable hacer una revisión consciente. Pregúntate:
¿A quién le quiero “renovar el contrato” y a quién no?

Revisa también el tipo de vínculo que tienes con esas personas:
¿Los une el amor, las ganas de crecer… o no?

Elimina lo que ya se venció, para que haya espacio para recibir lo nuevo.
Construye relaciones nutritivas, que te aporten y te hagan crecer bonito.

Liliana Henríquez