El que no decide, ya decidió

El precio de la inacción

8/22/20251 min read

a person standing in the middle of a street
a person standing in the middle of a street

En la vida hay dos tipos de personas: los que piensan y luego actúan, y los que actúan y después resuelven. Estos últimos suelen decir: “por el camino vamos viendo…” A veces me gustaría ser parte de ese equipo, pero la verdad es que no lo soy.

Hoy quiero hablarle al primer grupo: los que son más racionales que emocionales. Este tipo de personas tienen la virtud de analizar con profundidad la magnitud de sus actos, y eso les permite tomar decisiones más acertadas, con menos consecuencias negativas. Pero también —y aquí viene el giro— esa misma virtud puede convertirse en un arma de doble filo, al contribuir a lo que en psicología llamamos parálisis por análisis.

En palabras simples, es cuando desplegamos todo un Excel mental para analizar cada mínima variable, y eso, en lugar de ayudarnos, nos abruma. Hay tantas opciones, que no sabemos cuál elegir.

¿Es algo malo? No necesariamente. Creo que hay decisiones que sí merecen ser analizadas con detenimiento porque tienen implicaciones a largo plazo. Sin embargo, cuando pensar de más se convierte en un obstáculo para actuar, eso sí es un problema.

¿Entonces, qué podemos hacer?

Una idea que me ha servido mucho es ponerme un tiempo límite para decidir. Ejemplo: “Tengo hasta el 30 de septiembre para decidir si voy a viajar en Navidad o no”.

Y pase lo que pase, me cumplo. Tomo una decisión con base en el análisis que ya hice.

Aquí lo más importante es decidir. Porque la inacción también tiene un precio: quedarnos en el mismo lugar. Si decidimos avanzar —sea lo que sea que eso signifique— al menos ya habremos “sacado el carro del estacionamiento”. Y una vez en movimiento, siempre será más fácil recalcular la ruta. Pero estacionados, no vamos a ningún lado.

¿Estás dispuesto a pagar el precio de no moverte?

Recuerda: no existen condiciones perfectas para empezar algo. A nadar se aprende… nadando.

¡Decide! Porque quien no decide, ya decidió.

Liliana Henríquez