La trampa mental que te impide soltar una relación
La falacia del coste hundido en las relaciones
10/23/20252 min read
A veces insistimos tanto en algo que ya se rompió, que lo llamamos fe… cuando en realidad es miedo a soltar.
A veces eso que llamamos fe es, en el fondo, terquedad. Es negarnos a soltar algo que, a todas luces, no tiene futuro. Lo veo especialmente en los temas de relaciones. Hay vínculos que simplemente no van a funcionar porque la falta de compatibilidad y propósito es evidente, pero nos cuesta aceptar la realidad. Entonces, espiritualizamos nuestra terquedad y decimos: “Tengo fe de que él o ella va a cambiar y vamos a tener una relación sana.”
Eso no es fe. Es ceguera, y muchas ganas de hacer encajar una pieza errónea en el rompecabezas de nuestra vida.
En esa terquedad aparece lo que en psicología llamamos la falacia del coste hundido. Es una trampa mental que nos hace seguir invirtiendo tiempo y energía en una relación que ya no funciona, solo porque sentimos que ya hemos invertido demasiado. No queremos “perder la inversión”, aunque esa supuesta pérdida, en realidad, podría ser la mejor decisión para nuestro bienestar y nuestro futuro. Y sí, en este caso aplica el dicho: el pasto es más verde del otro lado, sobre todo cuando el otro lado representa libertad, paz y salud emocional.
A veces, nos metemos nosotros mismos en relaciones que no son sanas y luego esperamos que Dios las bendiga. Pero… ¿Acaso Él nos llamó a iniciar esa relación? Si no fue así, ¿Por qué le delegamos completamente la responsabilidad de hacerla funcionar?
Dios nos dio poder de decisión. Nosotros elegimos cuándo iniciar una relación y también tenemos la libertad de decidir cuándo salir de ella. Lo ideal es hacerlo lo más pronto posible, antes de que el coste hundido sea tan alto que nos lleve a la dependencia emocional.
Y aunque hablo principalmente de relaciones de pareja, esto también aplica a las relaciones laborales, de amistad, familiares o de cualquier otra índole.
Está bien tener la buena intención de construir una relación sana con alguien, pero si después de haberlo intentado todo las cosas no avanzan, y sigues sintiéndote mal dentro de esa relación, tal vez sea momento de considerar que no te hace bien… y que salir de ella también es una forma de amor propio.
Personalmente, creo que la mayoría de las personas somos buenas personas. Pero eso no significa que seamos la persona adecuada para todos. Y viceversa.
Hay mucha sabiduría en aprender a discernir cuándo alguien sí encaja en nuestra vida y cuándo no.
Si definimos la fe como la certeza de lo que no se ve, entonces vale la pena usarla bien.
Si sientes que has caído en esta trampa mental, pregúntate: ¿Para qué empeñarme en tener la certeza de que una relación es como yo quisiera, cuando ya me ha demostrado que no lo es?
En este punto, tienes dos opciones:
Si puedes tolerar lo que no te gusta de la otra persona porque hay muchas otras cosas valiosas que compensan esa falta, entonces elige aceptar y deja de usar tu fe para cambiar lo que no va a cambiar.
O puedes decidir terminar esa relación y usar tu tiempo, energía y fe para construir algo nuevo, con alguien con quien haya verdadera compatibilidad.
Al final, la decisión siempre será nuestra.
No desperdiciemos nuestra fe, mejor usémosla para los proyectos y relaciones a los que Dios nos llame, porque cuando algo viene de Él… todo florece.
Liliana Henríquez
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