¿Cómo perdono a quién no se lo merece?
El poder del perdón
6/20/20252 min read
Con el fin de hablar del otro lado de la moneda de mi artículo anterior sobre cómo perdonarnos a nosotros mismos, decidí escribir este.
Perdonarme a mí misma y perdonar al otro son dos procesos con dificultades distintas.
Creo que, para perdonarme por mis errores pasados, necesito aprender a amarme profundamente. Y para perdonar a quien me hizo daño, necesito aprender a extenderle gracia y misericordia al prójimo.
No sé quién fue primero, si el huevo o la gallina, pero sí sé que no puedo perdonar al otro sin perdonarme a mí misma, y viceversa. Como ya hablamos del perdón hacia nosotros mismos anteriormente, hoy quiero que hablemos sobre cómo perdonar a quien nos lastimó.
Generalmente, el que hace bullying fue antes bulleado…
El abusador, probablemente, fue antes abusado…
Todos somos producto de nuestra historia de vida.
No digo esto para justificar a esa persona —que seguro ya tienes en mente— que te lastimó profundamente, sino para que comprendamos que los seres humanos no nacemos con la intención de hacerle daño a otros. Eso se aprende. Es, muchas veces, un mecanismo de defensa frente al propio dolor.
Aunque nos gustaría que esa persona "pagara" por el daño que nos hizo, debemos recordar que nosotros también hemos dañado, en mayor o menor medida, a alguien. Y si aplicáramos la ley del “ojo por ojo y diente por diente”, todos terminaríamos tuertos y sin dientes.
Considerando que el perdón es un proceso (y no un acto inmediato), aquí te dejo algunas sugerencias que pueden ayudarte:
Permítete llorar tu dolor. Sé que hay dolores más intensos que otros, pero todos merecen ser llorados.
Deja que Dios haga su trabajo. Él disciplina a sus hijos y se encarga de cada uno de nosotros. No intentes hacer su parte, porque no te saldrá bien.
Intenta empatizar con la historia personal de quien te lastimó. Si esa persona tiene consciencia de lo que hizo, probablemente ya esté viviendo su propio infierno mental, lleno de culpa y remordimiento.
Si puedes (y quieres), habla con esa persona y dile: “Te perdono”. Eso es una forma de extender la gracia y misericordia que tú también has recibido de Dios y de otras personas cuando te has equivocado. Si no deseas tener esa conversación, no importa: hazla en tu mente, pero cierra ese ciclo.
Decide si quieres o no seguir en contacto con esa persona. Si el daño fue muy grave, lo más sano es tomar distancia, porque restablecer la confianza será muy difícil. Pero si no fue algo tan profundo, intenta restaurar ese puente roto, sabiendo que la relación será distinta a la de antes.
Finalmente, recuerda el sabio consejo del Chavo del 8:
“La venganza nunca es buena, mata el alma y la envenena.”
Perdonar al otro —aunque no lo merezca— te conviene. Porque si no lo haces, terminarás llenándote de resentimiento y hambre de venganza… y eso te termina matando a ti.
Liliana Henríquez
PD: Si no leíste el artículo anterior: Necesito perdonarme, te invito a hacerlo.
CONTACTO:
info@lilianahenriquez.com
info.lilianahenriquez@gmail.com